No recordaba bien si era la hormiga atómica o la abeja atómica, sí, si volaba tenía que ser una abeja, ya, bueno, también había hormigas voladoras pero eso la sabía menos gente, ese concepto atentaba bastante contra la ideología básica de las hormigas y el hormiguero, así, no, como construcción, como santuario del colectivismo.
Pero bueno, no le quedaban dudas que era la antagonista del oso hormiguero. Más o menos así como tom y jerry, helmer y el pato lucas, el correcaminos y el coyote, y speddy gonzález con quién, con el pobre gato tom, o con cuál otro, no, con silvestre, el que es negro con la cola blanca en la punta, claro, porque tom es gris, sí, también con la punta de la cola blanca, ah, y la pantera rosa con el inspector clusó, si, ese era más moderno, más moderno pero anterior al oso hormiguero con la hormiga atómica. Seguro, ese era el último. Y el gallo claudio, el gallo con el gavilán chico, que siempre le sacaba la cresta al pobre gallo. O, no, no era así.
Uh, y un clásico, buggs banny, el más cínico y cretino débil, no, siempre la peleita entre el débil y el fuerte, y éste perdiendo siempre. Como queremos todos desde niños que pase, que gane el débil. Aunque a decir verdad, le encantaría que una vez al menos el correcaminos, no, era imposible, el coyote lo que quiere es comérselo, y sí, se lo manda al buche y listo, se acaba el dibujito. Pero que la pasara un poco peor al menos, no ?, alguna vez. Y la hormiga también.
Ahora le tocaba a él ponerse ese traje, lo había preferido, no quería que en la fiesta le viera la cara nadie. Quería ocultarse detrás de esa máscara, con una trompa enorme, un elefante con una trompa enorme, esa sí que había sido una comedia magnífica, la había visto hacía un montón de años. Bueno, no tenía porqué ser tan larga la trompa, sí, la mitad de la de un elefante. Con eso era suficiente.
Lo más difícil era lograr los ojitos del oso, con unas cejas muy marcadas, super expresivas, buenas para demostrar al tiro astucia, duda, temor, odio, sí, odio de oso hormiguero, dispuesto a todo para devorarse a esa atómica hormiga. Eran difíciles esos ojos.
El cuerpo era lo más fácil, en los pies unas medias de fútbol, enormes, para un futbolista que calzara como cincuenta, como para un futbolista que jugara al basquet. Teñidas de gris o teñidas de violeta ?
O de azul, sí, el oso hormiguero casi con un ciento por ciento de seguridad, era color azul. Teñidas de azul rellenas con papel, en la punta, para hacerle esos pies, enormes. Y con las manos, lo mismo, guantes de lana en verano, mm, no lo veía muy saludable, las medias de fútbol son de algodón, los pies más o menos respiran, pero guantes de lana, lo veía medio jodido. Y de goma tampoco, casi peor. Ya se le iba a ocurrir algo.
Y la cola, tenía o no tenía cola ese oso. Sí, tenía, como la de un canguro, así, enorme. La cola había que hacerla de tela, junto con el traje, rellenarla luego de papel también, con papel y algodón, para que no le quedara muy dura, para no arañar ni molestar a nadie que se pusiera detrás de uno, intentando tomarse una cerveza, con un pedazo de su cola colándosele entre las piernas al de atrás, pobre.
En una de esas las manos se las pintaba de azul, directamente, con esas pinturas que no son tóxicas, si, no era mala idea, así podía fumar, por dónde, por dónde iba a fumar, ah, y ahora, qué, iba a estar sin fumar en toda la noche. Y cómo iba a beber, ah, era una lata lo de la trompa. Beber de última sí, se ponía una manguerita dentro de la trompa y de lujo, pero fumar, y comer, ah, cómo comía, porque el oso hormiguero no tenía boca, trompa, sólo trompa tenía.
Y si quería ir al baño, no, eso era sencillo, con un buen braguero alcanzaba, hasta quedaba divertido, así, con unos buenos botones, ah, como jugando a que la verdadera trompa estaba abajo, uh, sí, huevón tarado, con las ganas de culiar que le habían quedado. Pero igual, lo del braguero estaba bueno. Y basta, ganas de cagar no le iban a venir justo en medio de la fiesta. Eso no pasaba nunca.
Cagarse se iba a cagar pero de calor, sí, eso era indudable. Y si se tomaba unos tragos y le entraban ganas de bailar porque todos lo hacían. Bailar por bailar, sí, para olvidarse de todo, de todos, de todas, olvidarse de la vida y de la muerte misma, como Zorba. Sí, qué pasaba si el oso hormiguero se ponía a bailar como el griego, ah, lo iban a aplaudir hasta las baldosas, seguro, y después iban a tener que internarlo por una descompensación cardíaca, producto de una deshidratación aguda.
Sí, iba a terminar siendo justo lo que no quería, el centro de la atención de todos. Entonces la Carmencita no iba a correr a salvarlo, le iba a dar una buena mano al oso hormiguero para que se tirara de una vez por todas por la veranda, para abajo. No, ya la había jodido demasiado.
Puta madre, y de qué mierda se disfrazaba entonces. Se quedaba quieto, como un huevón tímido, en un costado, ah, no participaba, se iba así a pasarse un buen embole, sin moverse. De oso hormiguero super triste y deprimido se disfrazaba, de él mismo, un huevón que hacía cuarenta y dos años que quería atrapar a una hormiga atómica que siempre lo jodía y se le escapaba. De eso, no ?. De eso.
O se disfrazaba de Alexis Zorba, el griego, y resucitaba de la nada misma, hecho una furia con la danza. Y, este disfraz era mucho más sencillo. Un traje oscuro que tenía, lo arrugaba y listo, la camisa blanca medio afuera, que también tenía, el maquillaje de los bigotes y la media barba grises. Una botella de vino griego, ah, la comparaba en el negocio de huevadas importadas, esa botella en la mano y un sombrero que después se le perdía.
Se iba a ir a dormir un rato, a ver si tenía algún sueño que valiera la pena. Sandokan hacía días que no aportaba. El canario cantaba poco, le estaban entrando ganas de abrirle la jaula, para ver si en una de esas se iba, se daba cuenta que tenía alas el pobre, se daba cuenta de que era un pájaro.
Siempre había escuchado decir que no, que no había que soltarlos, porque no volaban, que enseguida se los comían los gatos, porque no sabían lo que era la libertad. Le parecía una terrible huevada, o algo peor, una egoísta e hipócrita hijoputez, propia de unos concha de su madre incapaces de dejar volar a nadie, de irse, de ser libre.
Y si se quedaba y vivía en la jaula pero con la puerta abierta, en el techo, desafiándolo al Sandokan y a todos los gatos conchas de su madre que quisieran comérselo. Ah, los gozaba y los cagaba, no lo pillaban nunca.
Se quedó así delante de la jaulita, mirándolo. Después le abrió la jaula a ver qué pasaba. El canario, que dicho sea de paso, se llamaba Caruso, pegó un fuerte trino, como si estuviera despertando. Dio dos saltitos dentro de la jaulita, volvió a trinar y salió volando como si lo hubiera hecho toda la vida, como si hubiera estado esperando que le abrieran la puerta de la jaula, para irse para siempre y no volver nunca.
Se alejó con un aletear medio atolondrado, un poquito de dirección le faltaba al pájaro, pero no volvía, revoloteaba ahí, como en círculos, después, medio levantado por el viento, se fue más para arriba, hasta hacerse un punto amarillo, recortado contra el violeta del cielo, que anochecía.
Sí, se iba a disfrazar de Zorba, el Griego.
Pero bueno, no le quedaban dudas que era la antagonista del oso hormiguero. Más o menos así como tom y jerry, helmer y el pato lucas, el correcaminos y el coyote, y speddy gonzález con quién, con el pobre gato tom, o con cuál otro, no, con silvestre, el que es negro con la cola blanca en la punta, claro, porque tom es gris, sí, también con la punta de la cola blanca, ah, y la pantera rosa con el inspector clusó, si, ese era más moderno, más moderno pero anterior al oso hormiguero con la hormiga atómica. Seguro, ese era el último. Y el gallo claudio, el gallo con el gavilán chico, que siempre le sacaba la cresta al pobre gallo. O, no, no era así.
Uh, y un clásico, buggs banny, el más cínico y cretino débil, no, siempre la peleita entre el débil y el fuerte, y éste perdiendo siempre. Como queremos todos desde niños que pase, que gane el débil. Aunque a decir verdad, le encantaría que una vez al menos el correcaminos, no, era imposible, el coyote lo que quiere es comérselo, y sí, se lo manda al buche y listo, se acaba el dibujito. Pero que la pasara un poco peor al menos, no ?, alguna vez. Y la hormiga también.
Ahora le tocaba a él ponerse ese traje, lo había preferido, no quería que en la fiesta le viera la cara nadie. Quería ocultarse detrás de esa máscara, con una trompa enorme, un elefante con una trompa enorme, esa sí que había sido una comedia magnífica, la había visto hacía un montón de años. Bueno, no tenía porqué ser tan larga la trompa, sí, la mitad de la de un elefante. Con eso era suficiente.
Lo más difícil era lograr los ojitos del oso, con unas cejas muy marcadas, super expresivas, buenas para demostrar al tiro astucia, duda, temor, odio, sí, odio de oso hormiguero, dispuesto a todo para devorarse a esa atómica hormiga. Eran difíciles esos ojos.
El cuerpo era lo más fácil, en los pies unas medias de fútbol, enormes, para un futbolista que calzara como cincuenta, como para un futbolista que jugara al basquet. Teñidas de gris o teñidas de violeta ?
O de azul, sí, el oso hormiguero casi con un ciento por ciento de seguridad, era color azul. Teñidas de azul rellenas con papel, en la punta, para hacerle esos pies, enormes. Y con las manos, lo mismo, guantes de lana en verano, mm, no lo veía muy saludable, las medias de fútbol son de algodón, los pies más o menos respiran, pero guantes de lana, lo veía medio jodido. Y de goma tampoco, casi peor. Ya se le iba a ocurrir algo.
Y la cola, tenía o no tenía cola ese oso. Sí, tenía, como la de un canguro, así, enorme. La cola había que hacerla de tela, junto con el traje, rellenarla luego de papel también, con papel y algodón, para que no le quedara muy dura, para no arañar ni molestar a nadie que se pusiera detrás de uno, intentando tomarse una cerveza, con un pedazo de su cola colándosele entre las piernas al de atrás, pobre.
En una de esas las manos se las pintaba de azul, directamente, con esas pinturas que no son tóxicas, si, no era mala idea, así podía fumar, por dónde, por dónde iba a fumar, ah, y ahora, qué, iba a estar sin fumar en toda la noche. Y cómo iba a beber, ah, era una lata lo de la trompa. Beber de última sí, se ponía una manguerita dentro de la trompa y de lujo, pero fumar, y comer, ah, cómo comía, porque el oso hormiguero no tenía boca, trompa, sólo trompa tenía.
Y si quería ir al baño, no, eso era sencillo, con un buen braguero alcanzaba, hasta quedaba divertido, así, con unos buenos botones, ah, como jugando a que la verdadera trompa estaba abajo, uh, sí, huevón tarado, con las ganas de culiar que le habían quedado. Pero igual, lo del braguero estaba bueno. Y basta, ganas de cagar no le iban a venir justo en medio de la fiesta. Eso no pasaba nunca.
Cagarse se iba a cagar pero de calor, sí, eso era indudable. Y si se tomaba unos tragos y le entraban ganas de bailar porque todos lo hacían. Bailar por bailar, sí, para olvidarse de todo, de todos, de todas, olvidarse de la vida y de la muerte misma, como Zorba. Sí, qué pasaba si el oso hormiguero se ponía a bailar como el griego, ah, lo iban a aplaudir hasta las baldosas, seguro, y después iban a tener que internarlo por una descompensación cardíaca, producto de una deshidratación aguda.
Sí, iba a terminar siendo justo lo que no quería, el centro de la atención de todos. Entonces la Carmencita no iba a correr a salvarlo, le iba a dar una buena mano al oso hormiguero para que se tirara de una vez por todas por la veranda, para abajo. No, ya la había jodido demasiado.
Puta madre, y de qué mierda se disfrazaba entonces. Se quedaba quieto, como un huevón tímido, en un costado, ah, no participaba, se iba así a pasarse un buen embole, sin moverse. De oso hormiguero super triste y deprimido se disfrazaba, de él mismo, un huevón que hacía cuarenta y dos años que quería atrapar a una hormiga atómica que siempre lo jodía y se le escapaba. De eso, no ?. De eso.
O se disfrazaba de Alexis Zorba, el griego, y resucitaba de la nada misma, hecho una furia con la danza. Y, este disfraz era mucho más sencillo. Un traje oscuro que tenía, lo arrugaba y listo, la camisa blanca medio afuera, que también tenía, el maquillaje de los bigotes y la media barba grises. Una botella de vino griego, ah, la comparaba en el negocio de huevadas importadas, esa botella en la mano y un sombrero que después se le perdía.
Se iba a ir a dormir un rato, a ver si tenía algún sueño que valiera la pena. Sandokan hacía días que no aportaba. El canario cantaba poco, le estaban entrando ganas de abrirle la jaula, para ver si en una de esas se iba, se daba cuenta que tenía alas el pobre, se daba cuenta de que era un pájaro.
Siempre había escuchado decir que no, que no había que soltarlos, porque no volaban, que enseguida se los comían los gatos, porque no sabían lo que era la libertad. Le parecía una terrible huevada, o algo peor, una egoísta e hipócrita hijoputez, propia de unos concha de su madre incapaces de dejar volar a nadie, de irse, de ser libre.
Y si se quedaba y vivía en la jaula pero con la puerta abierta, en el techo, desafiándolo al Sandokan y a todos los gatos conchas de su madre que quisieran comérselo. Ah, los gozaba y los cagaba, no lo pillaban nunca.
Se quedó así delante de la jaulita, mirándolo. Después le abrió la jaula a ver qué pasaba. El canario, que dicho sea de paso, se llamaba Caruso, pegó un fuerte trino, como si estuviera despertando. Dio dos saltitos dentro de la jaulita, volvió a trinar y salió volando como si lo hubiera hecho toda la vida, como si hubiera estado esperando que le abrieran la puerta de la jaula, para irse para siempre y no volver nunca.
Se alejó con un aletear medio atolondrado, un poquito de dirección le faltaba al pájaro, pero no volvía, revoloteaba ahí, como en círculos, después, medio levantado por el viento, se fue más para arriba, hasta hacerse un punto amarillo, recortado contra el violeta del cielo, que anochecía.
Sí, se iba a disfrazar de Zorba, el Griego.
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