Se quedaban un día más en la caleta, sobre todo para comenzar a tomar las primeras lecciones con la kayacs, desde cómo meterlo en el agua, hasta cómo meterse uno dentro, sin volcarlo, haciendo que quedara bien seco dentro, cómo sentarse, colocar las piernas y operar la pedalera, con la que se manejaba el timón, cuál era la posición correcta del cuerpo ya sentado, para no cansarse en exceso con el remo, cuál el ángulo del remo sobre el agua, ya, bueno, y montón de huevadas más que le permitían a uno atravesar un canal magallánico casi, sin correr riesgos y pasándolo bomba. Para eso iba a ser el primer día.
Y, la verdad que era una maravilla eso de andar así sobre el agua, sí, con el chaleco, la protección impermeable y todo el cuento. Apenas te salpicabas un poco si le ponías muy mal el remo al agua, cosa que rápidamente corregías y perfeccionabas. Después era la libertad misma. Una verdadera hermosura. Y los guías cerca, por las dudas. Los gringos no lo hacían nada mal tampoco. Hasta Cindy se movía como un pato. Y Luanne, ahí, feliz, ahora si que bien solita, inevitablemente sola. Feliz estaba la australiana, hasta se le había escuchado algún jubiloso gritito.
La Francisca y Susan habían tomado uno de los grandes, remaban en pareja, claro que eran más veloces esos. Una remaba de cada lado, con el cuerpo menos derecho. No entendía muy bien la onda de la Pancha con la pecosa, más allá que la tetona era muy divertida, daba gusto estar con ella. Suponía que la Pancha se había refugiado en la compañía de la yanqui para no sufrir el rechazo que de alguna forma ella le había impuesto. Si lo hacía como para darle celos, y, ahí estaba errada la Francisca, bastante errada. Más que eso no se imaginaba. No, pensar en otra cosa era una locura. Que estuvieran tramando algo juntas, no, eso era demasiado cine porno, y del muy barato, una verdadera tontería.
Max había dejado de remar, y tomaba sol dentro de kayac, se había sacado el chaleco y dejaba que la corriente lo llevara despacio contra una playita, ahí se quedaba, medio dormido. La Teba iba a buscarlo. Era jodida esa mujer, la guía, le gustaba el poder, el ejercicio del mando, sí, vamos, déjalo dormir tranquilo, un poco de relax, amiga, después de la nochecita tan helada que pasamos. Está recuperando el calor en el cuerpo el pobre. No, nada, que las piedras, que el casco del kayac, que se arruina. Ufa. hay que tener ganas. Max la miraba así y sacudía la cabeza ante su mala suerte. No encontraba su lugar en la expedición el californiano, en una de esas le estaba faltando una estrategia, vaya uno a saber, negociar algo, con esa, su rebelión medio inoportuna.
Sí, mujer, déjate llevar tú también un poco por la corriente, echa la cabeza un poco para atrás. La sensación es la paz misma. Arriba un azul de aquellos, y tú sobre el agua, sintiendo como la corriente suavemente te lleva. Si llega a venir la Teba ahora le pego con el remo. Un poco de solidaridad con el Max. Y para darse el gusto.
Ni pensar meterse en el agua, está heladísima, no lo soportas. Los lugareños que bucean buscando mariscos, ellos, ellos lo hacen con trajes de neopreno y salen temblando del agua, no blancos porque son bastante oscuros, aindiados, pero sí temblando. Imagínate tú en el agua, y sin ese traje. Unos dos o tres minutos de vida. Una verdadera tortura. Y, esto es así, el kayac, el paisaje, el bosque, la montaña, las fogatas en la noche, las estrellas. Todo menos meterse en el agua. Pegarse un baño ya es una historia de pavas gigantes calentándose en cocinas a leña, para llenar un tina luego, que vas a tener que compartir sin duda.
No, no es el norte de África, estas en el sur del mundo. Si la Cindy insiste en que vio un pingüino. Dice que pasó nadando un pingüinito al lado de su kayac. A los gritos anda la Cindy con la noticia de la visita. Uno de verdad, Luz, no de peluche.
Max le ha hecho un chiste medio ordinario a la pobre Cindy, diciéndole que los pingüinos no son comestibles, cosa que ha provocado la risa de esas dos guarras de Pancha y Susan, ya en la orilla, excitadas con esa búsqueda del sol que les ha dado tan de repente. Que se van a otra playa, solas. Pero sí, que se vayan. Sí, por favor, y que se las encuentre un trauco y se las lleve al fondo del canal, a su guarida, y se canse de tener sexo con ellas el monstruo marino. Si parece que eso es lo que andan buscando esas locas. Ah, mira, ahí fue la Francisca por las pipas, y, ah, ahora me las muestras, que si quiero ir, no vi nada, el sol me dio en medio de los ojos, no vi nada, sí, no es tan fácil esto del remo.
Ahí se anotó el Max, ujuuh, salió corriendo el chico, no, si no va a perdérsela, la única que no tiene ganas de ir eres tú. Ahora camina despacio, sí, se dio cuenta que se pone demasiado en evidencia, hombre, vamos, caminando despacio vas a llegar igual, un poco de elegancia Max, por favor.
Imaginó un montón de pingüinitos de peluche flotando sobre el agua, muertos, ahogados, helados, hundiéndose, yéndose para el fondo, que en el centro del canal llegaba a los quinientos metros.
Se puede saber qué estas haciendo aquí Luz, en este lugar tan frío del mundo. Qué haces aquí mujer, qué viniste a buscar; nada, nada viniste a buscar. Qué es la vida para ti, Luz, tampoco nada, que te dejen tranquila. Pasarlo bien y punto. Qué más, mujer, qué más. El amor, no, no mientas, no lo soportas, dudas sobre si te has enamorado alguna vez en la vida, no. No, no lo has hecho, nunca te ha pasado.
Si tú eres una pasajera, una turista de la vida, viajando en primera clase, no, que no te confundan. Tú andas de paso, mujer, libre, liviana, qué más, frágil, frívola, pasatista, vulnerable. Quién te dejo el alma así, el sicoanálisis, eh, quién te sacó la pasión del alma, mujer, las terapias alternativas, Lacan, la gestalt.
O don Pedro Casellas, amarrocando millones, con una foto del generalísimo, en la gerencia del banco, y deseándole la muerte, un cáncer fulminante, en la privada biblioteca de su casa, luego de haberse tomado un par de brandys, fumándose un puro.
O esa madre ausente, sin nombre propio, asistida por psicofármacos, frígida, incapaz de haber tenido una vida propia, para ella sola, siempre sintiendo, odiando y amando con emociones prestadas, ajenas. Administrando con prolijidad los cuernos que le ponía sistemáticamente don Pedro. Tan mediocre como para no haber tenido nunca ni el coraje para ser una demente.
Quién carajo te dejó hecha un muñeco de peluche en un estante, tía. Con una mochilita también de peluche en la espalda. Ah, sí, con la camarita, también de peluche, con un teleobjetivo enorme con un ángel también de peluche pegado en la punta. Cuánto hace que no tomas una foto Luz, que ha pasado, te ha entrado miedo a ver más allá, no, justamente lo que tú no quieres para nada.
Caminas tú rápido ahora, no vaya a ser que a ti te tome el trauco, a ti que caminas sola, en procura de ese buen hachís que importa tu amiga, no, tu amiga o tu novia, cómo es la historia eh, Luz, te está engañando con una norteamericana tu novia. Bueno, tranquila, si todo se comparte. No, es verdad, el frío de la carpa no ayuda, se forma hielo sobre el techo, habría que hacer una fogata también dentro.
Eso, camina derecha, con esa gracia, con ese paso casi de modelo sobre una pasarela. Ahí están, ya fuman, te vieren sí, te vieron, ah, se ponen contentos, mira, mira, cómo te saluda tu novia, oh, y mira a Susan, más contenta que ella. Max ya está en otra, tan divertido que es, no parece yanqui.
Sí, tranquila, nunca te van a dejar afuera, eres demasiado hermosa, tan deseable que eres, no Luz, nunca te quedaste fuera de nada, ah, claro encima con ese acento, el tono de tu voz, la vida que has llevado, tus viajes, pero si estar contigo es casi siempre como para una foto, no, casi, un momento inolvidable.
Pero que sí, que está rebueno, que en Marrakesh estamos ahora, y las miraditas con la Francisca, que ya te está gozando, sí, hagamos una fogata, vamos, que está poniéndose un poco fresco. Suerte que son dos las pipas, si, una verdadera suerte.
Y, la verdad que era una maravilla eso de andar así sobre el agua, sí, con el chaleco, la protección impermeable y todo el cuento. Apenas te salpicabas un poco si le ponías muy mal el remo al agua, cosa que rápidamente corregías y perfeccionabas. Después era la libertad misma. Una verdadera hermosura. Y los guías cerca, por las dudas. Los gringos no lo hacían nada mal tampoco. Hasta Cindy se movía como un pato. Y Luanne, ahí, feliz, ahora si que bien solita, inevitablemente sola. Feliz estaba la australiana, hasta se le había escuchado algún jubiloso gritito.
La Francisca y Susan habían tomado uno de los grandes, remaban en pareja, claro que eran más veloces esos. Una remaba de cada lado, con el cuerpo menos derecho. No entendía muy bien la onda de la Pancha con la pecosa, más allá que la tetona era muy divertida, daba gusto estar con ella. Suponía que la Pancha se había refugiado en la compañía de la yanqui para no sufrir el rechazo que de alguna forma ella le había impuesto. Si lo hacía como para darle celos, y, ahí estaba errada la Francisca, bastante errada. Más que eso no se imaginaba. No, pensar en otra cosa era una locura. Que estuvieran tramando algo juntas, no, eso era demasiado cine porno, y del muy barato, una verdadera tontería.
Max había dejado de remar, y tomaba sol dentro de kayac, se había sacado el chaleco y dejaba que la corriente lo llevara despacio contra una playita, ahí se quedaba, medio dormido. La Teba iba a buscarlo. Era jodida esa mujer, la guía, le gustaba el poder, el ejercicio del mando, sí, vamos, déjalo dormir tranquilo, un poco de relax, amiga, después de la nochecita tan helada que pasamos. Está recuperando el calor en el cuerpo el pobre. No, nada, que las piedras, que el casco del kayac, que se arruina. Ufa. hay que tener ganas. Max la miraba así y sacudía la cabeza ante su mala suerte. No encontraba su lugar en la expedición el californiano, en una de esas le estaba faltando una estrategia, vaya uno a saber, negociar algo, con esa, su rebelión medio inoportuna.
Sí, mujer, déjate llevar tú también un poco por la corriente, echa la cabeza un poco para atrás. La sensación es la paz misma. Arriba un azul de aquellos, y tú sobre el agua, sintiendo como la corriente suavemente te lleva. Si llega a venir la Teba ahora le pego con el remo. Un poco de solidaridad con el Max. Y para darse el gusto.
Ni pensar meterse en el agua, está heladísima, no lo soportas. Los lugareños que bucean buscando mariscos, ellos, ellos lo hacen con trajes de neopreno y salen temblando del agua, no blancos porque son bastante oscuros, aindiados, pero sí temblando. Imagínate tú en el agua, y sin ese traje. Unos dos o tres minutos de vida. Una verdadera tortura. Y, esto es así, el kayac, el paisaje, el bosque, la montaña, las fogatas en la noche, las estrellas. Todo menos meterse en el agua. Pegarse un baño ya es una historia de pavas gigantes calentándose en cocinas a leña, para llenar un tina luego, que vas a tener que compartir sin duda.
No, no es el norte de África, estas en el sur del mundo. Si la Cindy insiste en que vio un pingüino. Dice que pasó nadando un pingüinito al lado de su kayac. A los gritos anda la Cindy con la noticia de la visita. Uno de verdad, Luz, no de peluche.
Max le ha hecho un chiste medio ordinario a la pobre Cindy, diciéndole que los pingüinos no son comestibles, cosa que ha provocado la risa de esas dos guarras de Pancha y Susan, ya en la orilla, excitadas con esa búsqueda del sol que les ha dado tan de repente. Que se van a otra playa, solas. Pero sí, que se vayan. Sí, por favor, y que se las encuentre un trauco y se las lleve al fondo del canal, a su guarida, y se canse de tener sexo con ellas el monstruo marino. Si parece que eso es lo que andan buscando esas locas. Ah, mira, ahí fue la Francisca por las pipas, y, ah, ahora me las muestras, que si quiero ir, no vi nada, el sol me dio en medio de los ojos, no vi nada, sí, no es tan fácil esto del remo.
Ahí se anotó el Max, ujuuh, salió corriendo el chico, no, si no va a perdérsela, la única que no tiene ganas de ir eres tú. Ahora camina despacio, sí, se dio cuenta que se pone demasiado en evidencia, hombre, vamos, caminando despacio vas a llegar igual, un poco de elegancia Max, por favor.
Imaginó un montón de pingüinitos de peluche flotando sobre el agua, muertos, ahogados, helados, hundiéndose, yéndose para el fondo, que en el centro del canal llegaba a los quinientos metros.
Se puede saber qué estas haciendo aquí Luz, en este lugar tan frío del mundo. Qué haces aquí mujer, qué viniste a buscar; nada, nada viniste a buscar. Qué es la vida para ti, Luz, tampoco nada, que te dejen tranquila. Pasarlo bien y punto. Qué más, mujer, qué más. El amor, no, no mientas, no lo soportas, dudas sobre si te has enamorado alguna vez en la vida, no. No, no lo has hecho, nunca te ha pasado.
Si tú eres una pasajera, una turista de la vida, viajando en primera clase, no, que no te confundan. Tú andas de paso, mujer, libre, liviana, qué más, frágil, frívola, pasatista, vulnerable. Quién te dejo el alma así, el sicoanálisis, eh, quién te sacó la pasión del alma, mujer, las terapias alternativas, Lacan, la gestalt.
O don Pedro Casellas, amarrocando millones, con una foto del generalísimo, en la gerencia del banco, y deseándole la muerte, un cáncer fulminante, en la privada biblioteca de su casa, luego de haberse tomado un par de brandys, fumándose un puro.
O esa madre ausente, sin nombre propio, asistida por psicofármacos, frígida, incapaz de haber tenido una vida propia, para ella sola, siempre sintiendo, odiando y amando con emociones prestadas, ajenas. Administrando con prolijidad los cuernos que le ponía sistemáticamente don Pedro. Tan mediocre como para no haber tenido nunca ni el coraje para ser una demente.
Quién carajo te dejó hecha un muñeco de peluche en un estante, tía. Con una mochilita también de peluche en la espalda. Ah, sí, con la camarita, también de peluche, con un teleobjetivo enorme con un ángel también de peluche pegado en la punta. Cuánto hace que no tomas una foto Luz, que ha pasado, te ha entrado miedo a ver más allá, no, justamente lo que tú no quieres para nada.
Caminas tú rápido ahora, no vaya a ser que a ti te tome el trauco, a ti que caminas sola, en procura de ese buen hachís que importa tu amiga, no, tu amiga o tu novia, cómo es la historia eh, Luz, te está engañando con una norteamericana tu novia. Bueno, tranquila, si todo se comparte. No, es verdad, el frío de la carpa no ayuda, se forma hielo sobre el techo, habría que hacer una fogata también dentro.
Eso, camina derecha, con esa gracia, con ese paso casi de modelo sobre una pasarela. Ahí están, ya fuman, te vieren sí, te vieron, ah, se ponen contentos, mira, mira, cómo te saluda tu novia, oh, y mira a Susan, más contenta que ella. Max ya está en otra, tan divertido que es, no parece yanqui.
Sí, tranquila, nunca te van a dejar afuera, eres demasiado hermosa, tan deseable que eres, no Luz, nunca te quedaste fuera de nada, ah, claro encima con ese acento, el tono de tu voz, la vida que has llevado, tus viajes, pero si estar contigo es casi siempre como para una foto, no, casi, un momento inolvidable.
Pero que sí, que está rebueno, que en Marrakesh estamos ahora, y las miraditas con la Francisca, que ya te está gozando, sí, hagamos una fogata, vamos, que está poniéndose un poco fresco. Suerte que son dos las pipas, si, una verdadera suerte.
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